Bien, no vamos a negar que la situación es un tanto irónica - ¡pero es posible, claro!
La meditación o los ejercicios de relajación te piden que te detengas. Y hacer eso cuesta, y más si pensamos en el mundo acelerado en el que vivimos.
En nuestro día a día, raramente solemos tener tiempo para detenernos a disfrutar del momento presente, ni mucho menos para interesarnos de lo que estamos sintiendo.
Al no escucharnos a nosotros mismos, la frustración que almacenamos en nuestro cerebro y cuerpo acaba manifestándose de otra forma: siendo más propensos a enfermarnos, agotándonos por todo, desarrollando cuadros de depresión u otras enfermedades mentales, padeciendo tensiones musculares, etc.
Por ello, detenernos unos momentos para tomar nota de nuestra respiración, nuestras sensaciones físicas, o incluso de aquello que nos rodea, puede ser angustiante...porque no es inusual.
Como todo, ser perseverantes nos ayudará a ver resultados.
Empieza con sesiones cortas y observa lo que mejor funciona en ti: pueden ser los ejercicios de respiración, o los que te permiten explorar las sensaciones de tu cuerpo, por ejemplo.
Poco a poco - y cuando te sientas preparado - puedes ir aumentando el tiempo de las sesiones e ir incluyendo más variedad.
¡A tu propio ritmo!
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